martes, 22 de mayo de 2012

¿Quienes son los Ángeles? (segunda parte)



La existencia de los ángeles comienza exactamente en el límite donde termina nuestro pensamiento racional y lógico, donde termina nuestro mundo convencional y rutinario. Pasando por ese límite, comienza la sorpresa y el asombro. Allí es posible encontrarlos, sutiles, livianos, de rostros luminosos y hermosos ropajes.

Ellos, extendiendo sus alas, nos ayudarán a pasar esas fronteras racionales y llegar a un sitio donde nos transformamos y comenzamos nuevamente a tener fe. Para ello tenemos que dominar nuestro mayor miedo, el de ser diferentes. Podemos tener la certeza de que ese miedo, el de ser diferentes. Podemos tener la certeza de que ese miedo se irá disolviendo y cada vez que nos dejamos caer en el desánimo, ellos nos sostendrán con sus alas. Cada vez que estemos desorientados, ellos nos susurrarán mensajes fantásticos a los oídos y nos dejarán señales para indicarnos el camino, que es tan fácil perder.

Las hadas y los duendes también transitan por estos caminos, pero muchas personas no pueden encontrarlos… sobre todo si hace mucho tiempo dejaron de soñar y sus proyectos se taparon con las malezas y las hierbas tupidas que crecen sobre los sueños nunca realizados.

Los ángeles nos enseñan también que las oraciones aprendidas en la infancia son una protección fuertísima y son fórmulas mágicas, y por lo tanto, están llenas de poder.

Ellos nos devuelven la magia, la fe en nuestros sueños, la confianza y la memoria de un origen muy antiguo. La memoria olvidada de ser hijos del cielo, hijos del esplendor, hijos de Dios.

Esta memoria de nuestro verdadero origen es uno de los primeros regalos que recibimos cuando los ángeles, al comunicarnos con ellos, nos permiten entrar cada vez más en sus dominios, con la facilidad que tienen los niños, para quienes este mundo mágico está siempre abierto.

En cuanto a la forma de los ángeles, ellos dicen que no están limitados por la forma, que su forma cambia mientras se mueven, participando de las cualidades de los reinos que transitan. Como no son perceptibles por nuestra vida normal, y como cambian y se mueven tanto, refiriéndolos a nuestra noción de forma, resultan amorfos.

Creo que hay momentos, cuando desean comunicarse con los humanos, en que adquieren una forma densa con el propósito de que podamos percibirlos… Después de todo, la mayoría de nosotros ni pensaría en comunicarse con una impresión en movimiento.

Aprender a hablar con los ángeles es, en realidad, aprender a hablar con nosotros mismos y con nuestros semejantes de un modo nuevo y más profundo. Es aprender a comunicarnos más abiertamente con nuestro universo y estar más sintonizados con nuestro rol de co creadores y participantes de su evolución.

Para hablar con los ángeles no se requiere técnica alguna. No hay métodos fáciles para enseñar a hablar con ellos, como tampoco lo hay para comunicarnos con nuestro YO Interior. La verdadera comunicación surge de nuestro propio ser y de la totalidad de nuestra vida. Es algo en que nos transformamos en el transcurso de nuestra existencia y no algo que aprendemos. Lo que realmente comunicamos es aquello que somos, no tanto lo que podemos expresar con palabras.

Los ángeles se comunican con las criaturas humanas de un modo directo, no verbal. Pueden hablarnos de dos modos, desde adentro o desde fuera, en nuestro interior o en las señales del mundo exterior. Sus palabras no se entienden con la cabeza sino que se sienten con el corazón. No se razona, se intuye. No hemos de rompernos la cabeza con los ángeles, hemos de abrir el corazón. Con sus consejos y sugerencias, los ángeles nos ayudan a superar las limitaciones humanas, a vivir la eternidad en el momento presente, el Cielo en la Tierra.

Los ángeles siempre han estado ahí, para socorrernos, para ayudarnos, pero lo importante es, cuando pedimos su ayuda, que nos demos cuenta de su presencia en nosotros. 

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