viernes, 9 de agosto de 2013

Amar con inteligencia



No obstante todas estas explicaciones bioquímicas, que podrían terminar arrancándole al amor su mágico misterio, hay una verdad que se yergue como un templo: mantener por tiempo una relación saludable, es más de razón, comprensión y habilidad, que de otra cosa. Entonces ¿qué hacer para lograr que esta química inicial no se diluya entre los ácidos de la cotidianidad, las amarguras de las peleas o los brotes de incomprensiones? La respuesta es fundamentalmente una: amar con inteligencia.

Amar con inteligencia es, también, no dejarse arrastrar por el sentimiento, por la química, y darle el espacio que se merece al raciocinio. Hay quienes conocen a parejas donde la mujer es dominada, incluso maltratada físicamente por su pareja y aún ella dice que lo ama. ¿Cómo se puede querer a una persona que no nos respeta, que nos daña y avasalla? ¿Qué significación tiene eso? ¿Realmente se puede amar desde la humillación?

No hay química amorosa que debiera resistirse cuando una persona, sea hombre o mujer, no tiene para con su pareja el reconocimiento y la consideración que debe mediar entre dos que construyen una relación de amor.

Pero la gente se ciega muchas veces y, atrapados en las reacciones de las que antes hablábamos, no pueden ver con claridad ciertos elementos o sucesos que se encienden como luz roja en son de advertencia. Amigos, amigas y familiares muchas veces se acercan: “No te conviene”, puede ser el aviso. Alucinada o empecinadamente, da igual, se piensa que podemos fundir otra personalidad en la pareja que amamos, hacerla distinta, mejor para bien.

Quizás sería oportuno prestarle más atención a quienes de buena fe nos advierten porque sobre todo no están bajo los efectos de la química, y pueden ver muchas cosas con mayor claridad y objetividad.
No dejarse arrastrar por los sentimientos y mantener siempre despierto el entendimiento —que hace posible una relación sana y por tanto realmente vivificante. 

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