Cuando hablamos de suerte, nos referimos a la existencia de
una serie de hechos o situaciones, afortunados o desafortunados, que se dan
debido a la casualidad, al azar o a causas que nosotros desconocemos y que
están fuera de nuestro control.
Existen situaciones a nivel existencial, que sólo pueden ser
explicadas a través de la suerte, el destino, de la creencia en Dios, el karma,
etc.
Situaciones de vida o muerte o en donde la vida de una
persona cambia totalmente y realmente no hay ninguna ley física, biológica,
psicológica, etc., que explique dicha situación.
Por ejemplo, el caso de algunas personas que se salvaron de
morir en el ataque a las torres gemelas el 11 de septiembre.
Personas que todos los días, a la hora del ataque, estaban
presentes en alguno de los pisos en donde murió la gente y ese día, por algún
motivo, se les hizo tarde y no alcanzaron a llegar.
Este tipo de situaciones sólo pueden ser explicadas de
acuerdo a las creencias religiosas, existenciales o filosóficas de cada
persona.
Sin embargo, a nivel de la vida diaria es diferente.
¿Te has dado cuenta de que las personas que tienen buena
suerte, son positivas, alegres, activas y seguras de sí mismas?
¿Y que las personas con mala suerte son negativas,
depresivas, constantemente están enojadas o de mal humor y son desconfiadas?
¿Crees que es casualidad?
¿Piensas que son así como resultado de su suerte?
No. Es al revés.
Su buena o mala suerte es el resultado de su forma de ser.
Después de una gran cantidad de estudios, se ha demostrado
que la buena o mala suerte que vivimos en nuestra vida diaria, es el resultado
de:
• Nuestra
actitud ante la vida,
• nuestros
pensamientos y
• nuestras
conductas
El problema es que generalmente no estamos conscientes de
dichos actos o de dichos pensamientos, por lo que seguimos repitiéndolos y
seguimos culpando a la mala suerte.
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