Qué es meditar...
cómo se puede aprender a meditar ¿para qué sirve aprender a meditar?
Lo que comúnmente se denomina como meditación es una
experiencia supremamente subjetiva. Para un monje la meditación bien puede ser
un estado sublime de oración a través del cual busca alcanzar un nivel de
éxtasis místico. En el otro extremo tenemos a personas, para quienes la
meditación equivale a sentarse frente a una vertiente a observar el agua
bajando entre las piedras con el fin de proveer un descanso a la mente del
agobio y las preocupaciones diarias.
Las técnicas del proceso son tan diversas como las
experiencias que se obtienen. Hay personas que cierran los ojos y pierden toda
consciencia de su realidad presente cuando entran en distintos niveles de
meditación; otras se valen de elementos físicos para concentrar su atención,
como el agua o una vela, y
permanecen todo el tiempo con los ojos abiertos.
No importa el método que se emplee o la intensidad de la
experiencia, el objetivo de toda meditación es alterar las ondas cerebrales
para entrar, a voluntad, en niveles de consciencia distintos a nuestro estado
normal. Más aún, se ha comprobado científicamente que cuando la persona pasa de
un estado de consciencia a otro (cuando las ondas cerebrales registran niveles
de alfa, beta, delta, teta, gama, etc.) se producen también cambios
fisiológicos en el cuerpo (las extremidades aumentan de calor, al dormir se
producen movimientos rápidos con los ojos, disminuyen las palpitaciones del
corazón, etc.). Esto quiere decir que controlando MENTALMENTE el proceso de la
meditación estamos, a la vez, controlando nuestro cuerpo. Este dato es muy
importante tener en cuenta porque nos ofrece una prueba más de que con la mente
podemos controlar las funciones y estado del cuerpo.
El cerebro desempeña funciones específicas cuando se
encuentra en cada uno de los distintos niveles de consciencia. Cada nivel de
consciencia se distingue por el tipo de frecuencia de las ondas cerebrales que
se emiten y las actividades que pueden llevarse a cabo en cada nivel. Por
ejemplo, cuando la persona está dormida, las ondas cerebrales registran un
nivel delta. Cuando estamos concentrados en algo, las ondas cerebrales
registran un nivel beta. Si se miden las ondas cerebrales de un monje en
profunda meditación descubrimos que está emitiendo ondas cerebrales al nivel de
gama. De manera que, dependiendo del nivel de las ondas cerebrales en que se
encuentra el cerebro, nos resulta posible desempeñar plenamente ciertas
funciones como sería el sueño, la concentración o la profunda meditación.
Por lo general, al empezar una meditación, se comienza con
un proceso de concentración mental, disciplina, perseverancia y sobre todo
práctica. El cometido es, con nuestra intención, lograr generar las ondas
cerebrales que nos llevan a los distintos niveles de consciencia en los cuales
podemos desempeñar diferentes funciones. Pero, más allá de un esfuerzo
consciente de concentración, ¿existen otras formas de controlar las ondas
cerebrales? ¡Sí!
Uno de los medios más efectivos (y fáciles) es el sonido
(música, tonos, vibraciones, sonidos de ambiente, etc.). A eso se debe el uso
de cánticos, plegarias con sonidos repetidos (como las letanías del rosario),
himnos, campanas, tambores, etc. de los cuales se han valido todas las
religiones y ritos a través de la historia. El sonido puede hacer que sin
ningún, o poco esfuerzo de nuestra parte, se alteren la ondas cerebrales
llevándonos rápidamente a distintos niveles de consciencia.
La meditación es una experiencia que va madurando y
evolucionando a medida que aprendemos a controlar conscientemente el proceso. Pero
¿por qué o para qué necesitamos esforzamos en aprender a meditar?
Son muchas las personas que viven toda su vida sin el menor
interés en sentarse con las piernas cruzadas a meditar... ¡no por ello sus
vidas dejan de ser altamente productivas y satisfactorias! Más aún, en las
culturas occidentales la meditación no es algo que se propicia de manera
alguna. Sin embargo puede proveernos beneficios realmente importantes en
nuestra vida cotidiana.
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