¿Cuántas veces has sentido que necesitas descansar del
correr incesante de la vida moderna? ¿Cuántas veces has querido salirte del
ruido y entrar en el silencio, pero tus pensamientos no paran de repetir cosas
que ya no quieres escuchar? Es muy común en nuestros días encontrarte tenso,
malhumorado, apretado y no saber qué hacer para aliviar la situación. Estamos
viviendo una vida de grandes tensiones que le exigen al ser humano una
estabilidad muy grande para no caer en el tan temido estrés, mal común en
nuestros días.
El hombre moderno, que es un gran ejecutor, ha olvidado
introducirse en sí mismo, ha olvidado ir al lugar en donde está su mayor
fortaleza y su fuente de sabiduría. La vida moderna parece estar hecha para
evitar, en todo momento, la mirada interna. Se han alcanzado grandes logros en
el campo de la tecnología pero no sabemos introducirnos en nosotros mismos, no
sabemos buscar la fuente que nos calma la sed y nos da el equilibrio necesario
para vivir mejor.
La gran aventura interna comienza con la meditación. Esta es
la puerta de entrada a los parajes secretos de tu mundo interno. Es el método
que te lleva al contacto con tu propia fuente de vida. Cuando decides meditar,
estás encaminándote al reino de la luz y del amor porque solo, en lo profundo
de tu corazón, encontraras el equilibrio y la felicidad que has estado
buscando.
La meditación se ha definido de muchas formas. Vamos a darte
una formulita fácil de entender. Decimos que meditar es hacer que tus emociones
y tu mente guarden silencio para que puedas escuchar la voz del alma, de ese
ser maravilloso y divino que eres en verdad. Por lo tanto, el objetivo de la
meditación es hacer contacto con el alma. Allí está la fuente de sabiduría y de
verdad, allí está el amor que se da sin pedir nada a cambio, allí están la
fortaleza, el poder y la voluntad. Son tus tesoros, los de verdad, no como
aquellos de hierro y de plástico, de cemento y de vidrio, de piedras y metales;
y están compuestos de una sustancia muy sutil que tiene la particularidad de no
desgastarse o acabarse; nadie te los puede robar y no se devalúan.
Cuando, a través de la meditación, te pones en contacto con
tu alma, tu vida comienza a cambiar. Es como si abrieras una llave por donde
fluye una energía muy especial que tiene el poder de hacer nuevas todas las
cosas. Algo parecido a cuando te enamoras. Tú sabes lo especial que es estar
enamorado. La calle vieja de repente es la más bonita porque te conduce a la
reunión con el amado o la amada, el sol parece que alumbra mucho más y las
estrellas toman un nuevo brillo. Nos inspiramos y sorpresivamente nos hacemos
poetas.
Esta misma transformación ocurre cuando, por medio de la
meditación, hacemos contacto con el alma. Es tan notorio que si tienes un
espejo cerca y te observas al momento de salir de la meditación, lo vas a
notar. Y lo van a notar también tus familiares y amigos porque, como el amor,
el contacto con el alma no se puede esconder, se nota.
¿Porqué es así? ¿Porqué el parecido? Porque el alma es la
fuente de todo tu amor y hacer contacto con tu alma es como hacer contacto con
tu otra mitad, con eso que te falta para sentirte completo.
Dios es amor y el alma es un pedacito de Dios. Es tu parte
divina. Y es también la parte divina de todos. Lo divino en ti es lo mismo que
lo divino en todos los demás seres humanos.
Con la meditación recuperamos la memoria de nuestro origen
divino y nos salimos de la memoria del reino animal que nos hace creer en la
muerte, en la carencia, que nos hace ser posesivos y egoístas, nos limita con
su sentido de propiedad y posesión y nos encierra en nuestras pequeñas
propiedades privadas cuando todo el universo es nuestro patrimonio.
Con la meditación comienzas a descubrir tu verdadero mundo.
Un mundo de armonía y belleza, de luz y amor, de fuerza y sabiduría. Un mundo
que es tuyo; sólo tienes, simplemente, que decidirte a entrar y, poco a poco,
los esplendores de tu alma comenzarán a introducirse en tu vida diaria.
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